lunes, 14 de julio de 2008

Fernet & Cola, faso y genes.


La mezcla de Fernet & Cola y caño paraguayo del mejor había taladrado las defensas del Capitán Chas Chas, inerte, desguazado sobre una silla plástica, ajeno al bullicio festivo de los veinteañeros. Con horror y admiración comprendió que estaba iniciando un viaje cósmico.

Con la mirada fija en una media luna que sobresalía entre la arboleda, comprendió sin duda alguna que somos animales con una plataforma genética casi improbable de tan sofisticada. Nuestra propia existencia es imposible, se dijo.

Maravillado, pensó que tal vez nuestra plataforma genética -nuestro gen egoista que quiere subsistir de cualquier manera- sea la verdadera inventora de las religiones (especialmente de aquellas relacionadas con reencarnaciones o resurrecciones) con un motivo perfecto: para dar algún optimismo al individuo, y a raíz de esa fe creada desde nuestra profundidad, proteger la continuidad de la especie humana, continuando con la cadena genética hacia el infinito, perpetuando entonces a ese gen tan deliciosamente sofisticado. Y aquí también hizo centro en lo siguiente: toda conducta humana, individual o colectiva es delineada en principio y a grandes razgos por una estrategia que sea conveniente tanto a la especie, como a la sociedad en la cual participa el individuo. La genética sustenta las conductas humanas.

Acto seguido, recordó que en una precisa área del cerebro se localiza la sensibilidad espiritual, a diferencia de otras especies animales que parecieran no tenerlo en ningún lugar. Se le ocurrió entonces que la extensa evolución genética de la especie bien podría haber borrado esa parte concreta del cerebro (toda vez que la evolución tiende a borrar lo que es superfluo en la construcción de la eficiente máquina humana, optimizando los recursos). La evolución bien nos podría haber deparado una mente sin angustia existencial, sin cuestionamiento alguno sobre la existencia (seríamos entonces como pensamos que son las abejas, las hormigas, las termitas, etc.). Sin embargo, seguimos teniendo esa parte del cerebro con capacidad espiritual. Eso definitivamente quiere decirnos algo enorme.

Nuestro gen egoista bien podría haber creado seres con ninguna capacidad de experimentar angustia existencial, seres que acepten sin ninguna discusión que han nacido para morir. Si nuestra plataforma genética no lo hizo, entonces tal vez quiere decir que nuestra espiritualidad es totalmente ajena a nuestra mente, y que no depende enteramente de las necesidades de nuestra psiquis. Dios sería ajeno a la construcción del hombre. Podría llegar a ser más fácil -o eficiente desde la perspectiva de un gen egoista- crear generaciones de hombres sin angustia existencial que crear hombres que a su vez creen religiones.

Guau, quiso pararse pero no pudo, entró en un vértigo profundo, y después se desmayó, en la fiesta sonaban los Chemical Brothers; otra fiesta sin futuro. (Extracto basado en sus confusas anotaciones sobre "El Gen Egoista" de Dawkins, desconocemos al proveedor del faso, no se molesten en preguntar).

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