sábado, 4 de septiembre de 2010

Un superhéroe olvidado


R.Man, R.Man, laralalalalala (la música es la de Spiderman, por los Ramones).

Este es el más curiosos de los superhéroes: tan discutible que nunca tuvo el OK de los Watchmen, por lo que funcionó como un lobo solitario: casi un onanista justiciero.

Una mente brillante, gigantesca, detrás de una vena única que late furiosa. La soledad en la gran Metrópolis, el exceso de comics en la adolecencia, las miles de hamburguesas, la frustración, su cercanía con otro personaje pornográfico que se hacía llamar "Electro", o lo que putas sea (que no viene al caso realmente), forjó a este ser gris, abominable, divino.

Su intuición lo llevaba antes que nadie a la escena de un crimen potencial. Estudiaba el lugar, estudiaba a las víctimas eventuales, y al rato, también estudiaba al criminal: podía entrar en sus diminutas mentes, comprender el plan en ciernes y descubrir sus flaquezas.

El resto era puro músculo, sorpresa, algo de aikido, un teaser y gas pimienta. Siempre se sintió identificado con el -modesto- Avispón Verde.

Y si... invariablemente R.Man salvaba a las víctimas de sus desprevenidos victimarios. Los dejaba atados con precintos, molidos a palos, ojos enrojecidos, semielectrocutados.

El down-side, obviado por los diarios, era que luego de salvar a los indefensos y agradecidos ciudadanos (no hacía discriminación alguna) los llevaba a su guarida móvil (una van Chevy modelo 85) y les exigía imperativamente una prueba de amor. No hay rosas sin espinas, no hay dioses sin barro.

Por eso, este es el superhéroe más controvertido y erótico.

De Brooklyn -y los Hamptons- para el mundo: R.Man rules.

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