martes, 10 de abril de 2012

El orden natural de las cosas II.




Desde un inicio la Tierra se expandió, floreció, y ahora está sufriendo un proceso de degradación , que va a concluir con su aniquilación final inevitable. Pero sonrián, porque no es tan terrible.

Los seres que la poblamos la vamos fagocitando, extrayendo, chupando, mutilando, cercenando, contaminando, envenenando, matando, y eso es irremediable. Pero no vale la pena ponerse triste.

Somos casi un virus que ataca una célula ínfima, minúscula, impensada. Es solamente una cuestión de escalas. No somos concientes de lo que hacemos: es nuestra esencia, y no podemos escapar a lo que somos.

Como un virus: ¿O acaso sabemos con certeza que no hay minúsculas civilizaciones afincadas en esas minúculas células destructoras, que terminan por desguazar nustro cuerpo? ¿Quién puede afirmar que no hay vida montada en los infinitos protones y electrones de nuestros cuerpos? (unas civilizaciones diminutas, pero mortalmente destructoras).


Y con el Sol algo semejante va a pasar; terminará su ciclo penosamente devorado por su propia materia ingrata: una muerte sin glamour.


El espacio interior réplica el espacio exterior. Así lo que es arriba es abajo, y lo que es afuera es adentro. La degradación de todo forma parte del orden natural de las cosas.

Si los componentes del Universo se degradan, desde lo más simple, a lo más complejo, entonces el Universo debiera degradarse y dejar de existir: las galaxias serían al Universo como los átomos celulares al cuerpo humano. Todo será entonces una cuestión de escalas: y llegará un momento en que el cuerpo cansado del Universo termine de degradarse y muera.

De esa degradación nacerá -tal vez- vida nueva, como nuestros cuerpos alimentan la tierra, que a su vez alimenta pequeños organismos, y así en adelante.

Ese debiera ser el orden natural de las cosas. O tal vez no.

Paz y amor.

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