martes, 18 de noviembre de 2008

Redefiniendo algunos conceptos


Que tal resultaría tu vida si te enteraras, por ejemplo:

que la felicidad absoluta es la capacidad de sentir en todo el espectro;
que solo apreciando el presente exacto encontrarás lo infinito;
que solo serás invencible cuando puedas abandonarte al orden natural de las cosas.

Tal vez esté equivocado, pero me gusta pensar así, redefiniendo conceptos (después de todo, nunca nadie me había dicho que todo era vibración constante; o que en ocasiones, la vida se parece demasiado a una broma de mal gusto).
Te deseo lo mejor, seas quien seas.

2 comentarios:

Lilly dijo...

A la edad de 102, murió mi abuela, en la ciudad de Celaya, México.
Había nacido en Porth Rhondda, Gales, el 5 de abril de 1906. Conoció a mi abuelo en Comodoro Rivadavia. Ella tenía 20 años y acababa de desembarcar del años como pupila en el colegio Red Roofs de Londres. El le llevaba 11 años y era el médico del pueblo, el partidazo que perseguían todas las niñas solteras del lugar.
Fue un matrimonio corto y muy difícil. En 1930 se encontró en Buenos Aires sola, separada, con una beba de casi 2 años, mi tía Inés, y un bebe recién nacido, papá. Se consiguió 5 trabajos y se aseguró que tuvieran la mejor educación que el dinero pudiera pagar.
En 1952 decidió buscar nuevas oportunidades en New York.Integró el equipo de secretarias del entonces candidato a Presidente Dwight Eisenhower. Luego fue contratada por la familia Wallace para trabajar como Editora en el Reader's Digest. Debe haber sido bastante brava, lo suficiente para que el patriarca de la familia confiara en ella para, junto a otros dos compañeros de trabajo, encargarle la apertura de la versión en español en la ciudad de México: la revista Selecciones.
Nunca miró para atrás. Nunca se quejó. Y jamás la escuché hablar mal de mi abuelo.
Era inteligente, ingeniosa, pícara, sabis, astuta, exigente, muy coqueta y espectacularmente linda.
Me confesó que jamás se vió las canas. Todos los viernes, en el salón de la Sra. Teresa, le daban renovado brillo a sus rubios. Y jamás se asomaba fuera de su dormitorio sin antes haberse maquillado, una tarea que le debe haber resultado mayúscula con su degeneración de mácula.
Nunca dió nada por sentado. Nunca esperó que le regalaran nada. Nunca se rindió.
De ella aprendí que la vida es un don, que es linda y que debemos aprovecharla... Sacarle el jugo hasta exprimirla...
Aprendí que la felicidad es saber disfrutar de cada una de las cosas que te tocan, que el éxito es saber disfrutar de la felicidad, y que la excelencia es aprender a valorarse a uno mismo para saber compartirse mejor con otros.

Anónimo dijo...

Hola: Que lindo lo que escribiste; una extraordinaria enseñanza, me encantó, muchas gracias por compartirlo. Te mando un beso enorme!!
Capitán Chas Chas